En Colombia, la realidad no solo supera a la ficción, también a la legislación. Eso quedó en claro luego del debate en el Congreso de la República sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo.
La polémica se centró en un asunto semántico: ¿se le puede llamar matrimonio a una unión entre dos hombres o entre dos mujeres? Ambas partes se “rancharon†en sus posiciones y eso impidió el avance en uno de los temas con mayor carga de profundidad para el paÃs en esta época. En este capÃtulo quedó nuevamente al desnudo la incapacidad del Legislativo para servirle al paÃs: gays, lesbianas, bisexuales y transexuales también están escribiendo la historia de Colombia y, por esto, la sociedad colombiana necesita de un marco de ley acorde con los nuevos acontecimientos.
La comunidad LGBTI está en el poder: manda desde el Ejecutivo, el Congreso, las Altas Cortes, los tribunales y la FiscalÃa; las Fuerzas Militares, las empresas, el arte y el deporte.
La economÃa no es la excepción. Hay personas gay en grandes instituciones del poder económico y empresarial como el Banco de la República, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Transporte, en los gremios, en el Sena, en la banca, en la industria, en las juntas directivas de las grandes compañÃas, en el agro, en la ingenierÃa, en el periodismo y hasta en el gabinete presidencial.
Claramente, el asunto en Colombia superó hace rato el dilema de salir del clóset o no. El tema no es ya una materia oscura, sino un asunto sobre el que hay muchas luces. A pesar del freno de mano que le metió el Congreso a las nuevas leyes sobre uniones de personas del mismo sexo, la revolución está en marcha.
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